sábado, 24 de enero de 2009

LA VOZ (4)

4.- Antepasados.

Era un fin de semana tranquilo, la noche anterior había dormido muy bien y llegué al despacho dispuesto a elaborar un presupuesto que debería entregar el lunes siguiente. Hice unas cuantas llamadas telefónicas para cotizar algunos materiales y me concentré en mi trabajo.

Estaba enfrascado en mi trabajo y de reojo vi el busto de bronce, que me miraba curioso, con una sonrisa pícara. Me le quedé mirando y le dije de buena gana:

Qué pasó Señor, ¿por qué tan divertido?.

No es que esté divertido, repuso, lo que pasa es que estoy contento, pues te veo muy tranquilo. No quería interrumpirte, pues te vi muy concentrado; ¿es importante ese trabajo?

Bueno, Señor, tú bien lo sabes, todos los trabajos son importantes y estos últimos meses no han sido muy buenos. Por cierto, Señor y ya que estamos en confianza, ¿me podrías echar una manita para conseguirlo?

No es posible, Antonio, respondió el bronce, pues así como tú lo necesitas, tus competidores también desean lo mismo y no sería justo que influyera en tu favor y en detrimento de otros concursantes. Hay un a regla impuesta por el Padre: El hombre debe tener libre albedrío para poder juzgar su actuación en esta vida; por tal motivo, todo lo que hagas, consigas y logres en la vida, valiéndote de los medios que fuesen, serán por tu propia decisión y responsabilidad. Como te darás cuenta, si influyese a favor de alguno de tus competidores, estaría faltando a la voluntad de Mi Padre.

Pues sí, tienes razón, convino Antonio. Señor, continuó, ahora que hablamos de eso, me surge una duda: durante toda mi vida he escuchado decir que cuando tengamos un problema o una necesidad, le pidamos al Santo Fulano o Mengano; que la Virgen tal o cual es muy milagrosa, en fin, ¿cómo podemos interpretar tal costumbre, puestos en la razón que me acabas de exponer?

Bien, repuso el Señor divertido, debes recordar que la piedad popular ha nutrido el caminar de los creyentes y ello se ha reflejado en esa cantidad de devociones a que haces referencia. La realidad es que todos ellos, Vírgenes y Santos son intercesores, pues realmente, quien otorga el favor es Mi Padre.

Realmente, Virgen sólo hay una, mi Madre y los Santos fueron personas que de acuerdo al criterio humano, fueron canonizados como tales, pero la verdadera santidad es una gracia que otorga Mi Padre y sólo Él sabe a quien y por qué se la entrega.

Pero entonces, intervino Antonio, ¿de nada sirve invocar a tales Santos y Vírgenes?

No tan aprisa, Antonio, repuso el busto, en cuanto a las Vírgenes, Mi Madre, por indicaciones del Padre, efectivamente se ha aparecido en ciertos lugares, siempre con el fin de evangelizar a mi pueblo. Hay también apariciones espurias que se han planeado por motivos egoístas o de lucro, no obstante han permanecido dentro de la piedad popular.

En el caso de los Santos, como te dije anteriormente, fueron canonizados por sus méritos, pero tales méritos fueron juzgados desde la óptica humana, de cualquier forma también han servido para nutrir la piedad popular.

Pero lo que realmente vale, es el poder de la oración, ya sea de manera directa a Mi Padre, a mi, o por intercesión de Mi Madre o cualquiera de los Santos, la oración siempre es buena y es escuchada.

El busto quedó en silencio, como para permitir a Antonio asimilar lo escuchado. Antonio también permaneció en silencio.

Paulatinamente el rostro de Jesús fue perdiendo la suavidad humana y el busto volvió a ser un objeto de bronce.

A lo lejos se escuchaba la campana de algún templo. La tarde iba cayendo y la brisa del mar calmó el bochorno. Las calles se fueron animando y Antonio salió; caminó muy tranquilo hasta su casa, pensativo. Ya el lunes siguiente llegará con sus propios afanes.

Sergio Amaya S.
Nov. 12/2008
Ciudad Juárez, Chih.

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